La desesperada búsqueda de Robert Card, autor de la matanza en una bolera y un restaurante de Lewiston cuya huida ha tenido en vilo al Estado de Maine y al resto del país durante las últimas 48 horas, terminó este viernes por la noche con el anuncio de que la policía había hallado su cadáver no muy lejos de donde se le perdió el rastro. El cuerpo mostraba indicios de suicidio con arma de fuego y yacía en una zona boscosa de la vecina localidad de Lisbon, cerca de una planta de reciclaje en la que Card solía trabajar hasta que lo echaron por su comportamiento errático.
El lugar en el que, según las primeras informaciones, encontraron su cadáver a las 19:45, hora local, está a algo más de un kilómetro y medio del punto en el que el sospechoso abandonó su todoterreno blanco tras matar a 18 personas y herir a otras 13 en la noche del miércoles. Seguía vestido del mismo modo en el que lo atraparon las cámaras de seguridad de la bolera Jut-In-Time Recreation, en la que, armado con un rifle de estilo militar equipado con una mirilla, empezó su macabra peripecia. Después condujo a través de Lewiston, tranquila localidad de unos 40.000 habitantes que es la segunda en población de Maine, hasta el restaurante Schemengees Bar & Grille Restaurant, donde siguió matando, antes de darse a la fuga.
Los dos lugares en los que decidió desatar el terror con sendos tiroteos masivos eran sitios a los que solía acudir con su novia, con la que rompió recientemente. De confirmarse las primeras noticias, el escenario en el que decidió quitarse la vida también tenía cierta significación emocional para Card, militar en la reserva de 40 años, que este verano fue puesto en vigilancia durante dos semanas por sus problemas de salud mental. Aparentemente, el arma que empleó en la matanza la compró este mismo año.
El momento del suicidio
La pregunta más imperiosa tras desvelarse el dónde es el cuándo del suicidio de Card. ¿Fue inmediatamente después de matar a toda aquella gente? ¿O estuvo días y noches fugado antes de quitarse la vida? En una conferencia de prensa improvisada pasadas las 22.00 en el Ayuntamiento de Lewiston, las autoridades locales no ofrecieron ninguna respuesta, y emplazaron a la prensa a la mañana del sábado para ampliar la información de la que disponen.
Lo que de momento está claro es que, a eso de las 14.00 del jueves, la zona en la que finalmente encontraron el cadáver estaba acordonada para el rastreo de los agentes y que había que dar un enorme rodeo para salir de Lisbon. En la mañana del viernes, el funcionario estatal Michael Sauschuk, erigido en portavoz oficial de la tragedia, explicó que la búsqueda se concentraría no lejos de allí, en un meandro del río Androscoggin, donde los hombres rana tenían la orden de buscar “posibles cuerpos” bajo el agua. Horas antes, la policía se desplegó aparatosamente en el municipio de Bowdoin, lugar de la última residencia de Card. En medio de la noche de luna casi llena, llegaron incluso a emplazarle con un megáfono a que abandonara una de las casas en mitad de un camino a ninguna parte.
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Son solo tres escenarios en los que se dejó sentir un impresionante operativo que convocó de día y de noche a cientos de agentes locales, del condado, estatales y federales llegados de todo Estados Unidos. Durante la conferencia de prensa tras el hallazgo del cadáver, la gobernadora de Maine, Janet Mills, dijo que el final de ese despliegue marcaba el principio de “un largo y difícil camino hacia la sanación”.
Mills recurrió a la manida expresión de “los pensamientos y las plegarias” (thoughts and prayers) para rendir homenaje a las 18 víctimas, cuya identidad no fue confirmada hasta la tarde del viernes, tres horas antes de que dieran con el tipo que segó sus vidas. Son 16 hombres y dos mujeres. Ocho murieron en el restaurante; siete, en la bolera; y tres no sobrevivieron a su primera noche en el hospital de Lewiston. Tenían entre 14 y 76 años, y entre ellos había cuatro personas sordas, un padre y un hijo o un matrimonio de septuagenarios.
Sauschuk explicó, por su parte, que se tomaron su tiempo para difundir la noticia que ha devuelto la tranquilidad a las localidades de Lewiston, Lisbon y Bowdoin hasta poder comunicar el hallazgo a los familiares de los muertos, así como a los de Card. “Después de todo”, dijo Sauschuk, “ellos también han perdido a un ser querido, y además, han sido de gran ayuda durante la investigación”.
Card le dejó a su hijo una nota de despedida cuyo contenido no ha trascendido todavía, aunque la CNN informó de que en ella prometió que no sería “encontrado con vida”. El hallazgo de su cadáver y los indicios de que se suicidó arrojan ahora dudas sobre la conveniencia de la decisión de las autoridades de pedir a los ciudadanos que durante 48 horas no saliesen de sus casas. Este viernes por la tarde la orden de confinamiento quedó suspendida, pero se prohibió la caza, uno de los pasatiempos favoritos de estas despobladas comunidades rurales. La prohibición no llegó a entrar en efecto: expiró en cuanto se conoció que los agentes habían dado con el asesino.
El de Lewiston es el tiroteo masivo más letal en lo que va de año, así como el décimo más mortífero en la historia de Estados Unidos. Maine, con su pasión por la vida al aire libre, es uno de los Estados del país en los que resulta más fácil comprar un arma. Hasta ahora, era también uno de los más seguros: el año pasado solo se produjeron 29 homicidios en un Estado de algo más de 1,3 millones de habitantes. La organización Gun Violence Archive, que levanta acta de los tiroteos masivos en Estados Unidos, lleva 567 en su cuenta para 2023. En 2022, la cifra ascendió a 645.
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