La sacudida ocasionada por la victoria de Geert Wilders (60 años), líder de la extrema derecha holandesa, al convertirse su Partido por la Libertad (PVV) en el más votado en las elecciones de este miércoles en Países Bajos no ha sido digerida todavía por el resto del arco político. La sorpresa es mayúscula porque supone la posible formación de una coalición donde el peso específico recaería en un candidato xenófobo y euroescéptico. Un panorama poco asociado con la tolerancia y moderación en la que Países Bajos ―la quinta economía de la UE― ha preferido hasta ahora mirarse. Wilders ha logrado 37 escaños en los comicios, pero es un corredor de fondo. Después de 25 años como diputado y una trayectoria de rechazo radical al Islam, ha ido moderando su discurso al ver que se aupaba en los sondeos. Ahora, tras la victoria, dice que esa islamofobia sigue “en el ADN” de su formación, “pero hay otras prioridades”. Con la meta a la vista, necesita socios fiables a la derecha o incluso el centro y tendrá que aplicarse para llegar a ser primer ministro.
De momento, la segunda fuerza más votada (25 escaños), la alianza de ecologistas y socialdemócratas (GroenLinks-Pvda) encabezada por Frans Timmermans, exvicepresidente de la Comisión Europea, se ha mostrado resignada, pero también dispuesta, a trabajar desde la oposición. “La izquierda unida ha empezado. Sospecho que acabaremos en la oposición. Mucha gente cree que la derecha es la solución. Ahora le toca a Wilders ver si consigue gobernar”, ha dicho Timmermans, quien ha lamentado que la moderación exhibida por Wilders haya calado en el electorado. “Lo último que necesitamos son divisiones y el programa electoral del PVV excluye a un millón de holandeses”, ha recordado, en referencia a la cifra de ciudadanos de credo musulmán, que representan el 5,6% de los 17,8 millones de habitantes.
Wilders ha pasado de mantenerse estable en las encuestas con unos 17 escaños a dispararse al final de la campaña. “Se ha operado el mayor cambio de escaños en el Parlamento. Y eso dice mucho de la influencia de la dinámica electoral”, señala en conversación telefónica el politólogo Tom van der Meer, de la Universidad de Ámsterdam. Según él, los votantes han mostrado su insatisfacción con la coalición de centro derecha saliente y han buscado las alternativas que no encontraban en el Gobierno. “Por eso se han inclinado hacia Wilders o hacia el Nuevo Contrato Social del exdemocristiano Pieter Omtzigt [que ha obtenido 20 escaños y está en cuarto lugar]”. En ciudades como La Haya y Róterdam, Wilders ha doblado sus resultados.
Por otro lado, los liberales del VVD, que han dominado los Ejecutivos holandeses durante la última década, optaron por presentar en esta ocasión una postura firme y clara sobre la inmigración con su nueva líder, Dilan Yesilgöz. Han logrado 24 escaños, pero el control del flujo migratorio es un asunto asociado tradicionalmente con Wilders. “En los últimos 20 años ha habido en Países Bajos un deseo creciente de que apareciese un partido de derecha que fuese muy explícito sobre la nación y la inmigración, y que tuviese voluntad de gobernar”. Wilders fundó su Partido por la Libertad en 2006, “y luego han ido surgiendo otras formaciones, como el Foro para la Democracia [también de extrema derecha] de Thierry Baudet”, explica este experto.
La noche del miércoles, en plena celebración de la victoria, Wilders no pudo resistir la tentación de marcar la larga ruta recorrida recibiendo a sus seguidores al son de la canción Eye of the Tiger, de la película Rocky III. La duda es si mantendrá la sensatez que ahora trata de exhibir para atraer a potenciales socios en caso de que logre llegar a primer ministro. Porque, más allá de sus ideas sobre el Islam, ha dicho que la ayuda a Ucrania debe acabarse en la guerra con Rusia, y ha propuesto salir de la Unión Europea con un Nexit.
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A medida que veía que avanzaba en las encuestas, el líder extremista ha ido suavizando su discurso. Si bien mantiene su idea de “cerrar las fronteras nacionales a la inmigración”, ya no es una condición estricta. Dice que no hablará “de cerrar mezquitas o escuelas musulmanas”, aunque sí figura en su programa electoral. En cuanto al freno en seco a la llegada de solicitantes de asilo, se ha transformado en una “necesaria regulación de su flujo”, porque lo más importante es “regir para todos sin hacer distingos de credo u origen”. Y sobre todo, “poner a los holandeses por delante”. Como él mismo dice, “las esquinas antes afiladas se han desgastado” y está dispuesto a pactar.
¿Qué tipo de coalición podrá formarse en estas circunstancias? La más factible por ahora reuniría a Wilders, el VVD de Yesilgöz y el Nuevo Contrato Social de Omtzigt. Sumarían 81 escaños y la mayoría del Congreso es de 76 para un total de 150 diputados. Si se añade el apoyo del Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB), que representa al sector agrario, serían 88. Omtzigt no se ha negado de entrada a colaborar con Wilders, pero tampoco lo desea: rechaza cualquier discriminación entre los ciudadanos. Wilders ha repetido varias veces que piensa operar “dentro de la ley y de la Constitución”, algo que puede atraer a Omtzigt. En este cruce continuo de declaraciones entre todos los candidatos, el politólogo Van der Meer advierte de que conseguir una mayoría coherente tanto en el Congreso como en el Senado es históricamente difícil. “Un Gabinete puede caer al poco tiempo, pero una repetición de elecciones sin que se haya podido formar siquiera un Gobierno es algo que no ha pasado hasta ahora”.
Geert Wilders ha estado cerca del poder antes. Entre 2010 y 2012 tenía 24 diputados y apoyó desde el Congreso al primero de los cuatro gobiernos consecutivos del liberal Mark Rutte. Era una coalición de centroderecha, en minoría, que acabó cayendo ante la negativa del primero en secundar la medidas de austeridad propuestas por el Ejecutivo. Rutte dijo que Wilders no era fiable y, a partir de ese momento, se formó una suerte de cordón sanitario a su alrededor. Ningún otro partido quiso pactar con él. En estos comicios, sin embargo, Dilan Yesilgöz se ha mostrado dispuesta a hablar con él. “Abrió la puerta a un diálogo que luego intentó cerrar al ver cómo su oponente subía en los sondeos”, señala Van der Meer.
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