Los hijos de la Premio Nobel de la Paz de 2023, la iraní Narges Mohammadi, han recogido este domingo en el Ayuntamiento de Oslo el galardón concedido a esta defensora de los derechos de las mujeres. Mohammadi no ha podido acudir al acto porque desde noviembre de 2021 está cumpliendo una condena de 10 años de cárcel en Teherán por difundir propaganda contra el Estado. En una carta leída por sus hijos, los gemelos Kiana y Ali, de 17 años, la activista ha asegurado que el pueblo iraní acabará venciendo al autoritarismo de un Gobierno que ha perdido la legitimidad y el apoyo público. “La juventud de Irán ha transformado hoy las calles y los espacios públicos en un escenario de resistencia civil generalizada. La resistencia está viva y la lucha perdura” ha señalado Mohammadi a través de su escrito, escuchado por un centenar de asistentes a la ceremonia en la capital noruega, presidida por los reyes Harald V y Sonia.
El Comité del Nobel concedió en octubre el premio a Mohammadi, de 51 años, por su lucha no violenta “contra la opresión de las mujeres en Irán” y la promoción de los derechos humanos para todos, en un reproche a los dirigentes teocráticos de Teherán. Su presencia en el escenario de Oslo ha estado representada simbólicamente por su retrato y una silla vacía, lo que pone de relieve que es una de las pocas galardonadas a las que se ha impedido asistir a la ceremonia desde la creación del premio en 1901. Irán acusa al comité del Nobel de entrometerse en sus asuntos y de politizar la cuestión de los derechos humanos.
El premio le fue concedido poco más de un año después de la muerte de Mahsa Amini, de 22 años, detenida por la Policía de la Moralidad por llevar mal puesto el hiyab. Mohammadi, que había anunciado que este domingo comenzará una huelga de hambre para solidarizarse con la persecución de los bahaíes, una minoría religiosa de su país, ha resaltado que el movimiento de protesta Mujer, Vida, Libertad, nacido el año pasado tras la muerte de Amini, es una continuación de luchas históricas.
“Este movimiento ha contribuido significativamente a expandir la resistencia civil en Irán, abarcando movimientos de mujeres, jóvenes, estudiantes, profesores, activistas y otros. En esencia, es un movimiento por el cambio fundamental”, ha dicho en su discurso, leído en francés porque sus hijos residen desde hace años con su padre exiliados en París.
Críticas a Occidente
La activista ha asegurado que el movimiento sigue “vivo y dinámico” pese a que el régimen iraní ha bloqueado cualquier cambio, reduciendo la participación política “a cero” y respondiendo con “encarcelamientos, arrestos y balas” a las demandas de democracia. También ha acusado al Gobierno de Teherán de discriminación étnica, religiosa y de género, y ha criticado a Occidente por su falta de “atención seria, coherencia práctica y de un enfoque proactivo”.
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La muerte de Amini desató años de ira contenida entre los iraníes por cuestiones que iban desde la miseria económica y la discriminación de las minorías étnicas hasta controles sociales y políticos más estrictos. Muchas mujeres, entre ellas incluso colegiales, se quitaron los hiyabs y los quemaron, rebelándose contra las leyes que obligan a las mujeres a cubrirse el cabello y llevar ropa holgada, durante protestas en todo el país que fueron reprimidas con fuerza letal. “Creemos que el hiyab obligatorio impuesto por el Gobierno no es ni una obligación religiosa, ni una tradición cultural, sino un medio de mantener el control y la sumisión en toda la sociedad”, ha declarado Mohammadi, que también ha recordado a su compatriota Shirin Ebadi, abogada, Nobel de la Paz en 2003 y presente en la ceremonia.
La presidenta del Comité Noruego del Nobel, Berit Reiss-Andersen, ha comparado la lucha de Mohammadi con la de otros ganadores del Nobel de la Paz como Martin Luther King, Nelson Mandela y Desmond Tutu. “El Nobel de la Paz de este año reconoce a todas las mujeres valientes de Irán, y de todo el mundo, que luchan por derechos humanos básicos y por poner fin a la discriminación y segregación de las mujeres”, ha asegurado.
Mohammadi inició su compromiso con los derechos de las mujeres en la década de 1990, cuando aún estaba en la universidad, trabajando como columnista de varios diarios reformistas y, luego, en el Centro de Defensores de Derechos Humanos en Teherán. La activista, que lleva años entrando y saliendo de prisiones iraníes, ha sido galardonada con un premio que incluye una dotación de 11 millones de coronas suecas (casi un millón de euros).
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